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Mientras que los héroes homéricos, como Héctor, Ayante o Aquiles, peleaban por alcanzar fama individual (Kleos) e inmortalidad, los componentes de la falange hoplitica a los que se refiere Calino luchan en defensa de su ciudad, es decir, en beneficio de lo común (to koinom). Sacrificar la vida en beneficio de los demás se convierte en una gesta digna de ser recordada de la posteridad, independientemente del estatus social del implicador. Aristócratas y medianos propietarios, hacendados y modernos campesinos: Todos son iguales en el campo de la batalla (Pedro Barceló y David Hernández De La Fuente. Historia del pensamiento político griego. Edit. Trotta. Madrid. 2014).
En la multicitada oración fúnebre que pronuncia Pericles, coloca la lucha por la patria como la escala más alta que el ser humano puede alcanzar, con lo que no queda duda de la primacía que tenía lo público sobre lo privado.
El origen de la palabra idiota (idiotes) es griego. No significa solo como La Real Academia Española de la Lengua lo define actualmente ser, “Tonto o corto de entendimiento”, sino estar alejado del debate público y más bien dedicarse a asuntos propios. Dedicarse solo a la causa personal podría no tener ahora una connotación negativa; antes, sin embargo, la tenía: era similar a estar exiliado o en el ostracismo, la peor de las condenas para un ciudadano de la democracia del siglo V a.C. En su ya clásico Libro la condición Humana, Hannah Arendt, filósofa de la política, insiste en este término cuando se refiere a la democracia griega, lo que obviamente no deja de estar ligado al ya añejo debate sobre los intelectuales y su compromiso con los conflictos sociales de su época y su participación en el desarrollo y progreso de las sociedades. Escribe Arendt: “El nacimiento de la ciudad - estado significó que el hombre recibía, además de su vida privada, una especie de segunda vida, sus biospolitikos. Ahora todo ciudadano pertenece a dos órdenes de existencia, y hay una tajante distinción en lo que es suyo (idiom) y lo que hoy conocemos como comunal”. Ese idiom referido es de donde deriva el idiota que hoy conocemos con un sentido totalmente diferente al original aunque su definición actual (De tonto e ignorante) pueda también sernos útil en ciertos niveles del debate público.
En una reciente entrevista para El País, el filósofo polemista y mitólogo políglota George Steiner se quejaba no sin cierta nostalgia, de haber sido un idiota, en el sentido griego de la acepción. Steiner, como quizá muchos escritores que se dedicaron solo a sus asuntos propios o personales, lamentó no haber ingresado a tiempo en el ágora para debatir sobre problemáticas que terminarían incidiendo, finalmente, y de forma sensible, con su propia vida. Quizá por eso Steiner lo afirmó así: “Yo siento vergüenza por haber gosado de este lujo privado de estudiar y escribir, y de no haber querido entrar en el ágora” La conclusión es más que evidente: darle la espalda a la discusión de los asuntos públicos que afectaran, tarde o temprano, nuestra vida privada es una irresponsabilidad ciudadana que finalmente, nos impedirá quejarnos, cuando las circunstancias nos sean adversas, de nuestra propia precaridad (Rogelio Guedea. El arte de gobernar. Edit. Almuzara. España. 2017)
En México siempre se han utilizado diversas formas de presión para que el ciudadano acuda a votar el día de la jornada electoral. En los cincuentas se solicitaba la llamada a boleta (constancia de votar) para inscribir a los hijos en las escuelas de gobierno. Se calcula que la mitad de la población en edad se sufragar no estaría inscrita en el padrón electoral si no se exigiera la credencial del INE, para todo tramite. ¿Cuántos se informan acerca de las plataformas electorales de los partidos antes de votar? Ni el cinco por ciento. ¿Qué resulta de una masa de votantes desinformada?. Por lo general pésimos gobiernos. Las redes nos han alejado de la reflexión y empujado a la simple irritación. Por eso gana quien más irrita. Por algo Hegel dice que los pueblos tienen el gobierno que se merecen. Sin información seria estamos más próximos al epíteto griego que del ciudadano que puede engendrar la nueva República.
Votar bien informado es importante pero no basta, como no basta discutir en el café. Tenemos que comprometernos con las causas sociales y luchar por ellas.
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