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Hace unos días, se festejó en todo el país, el Día de las Madres. Fecha que sigue en el centro del debate entre las feministas y los sectores sociales más tradicionales: Que si es mera mercadotecnia: que menos regalos y flores y, más derechos; que si se instituyó como medida para contrarrestar al movimiento feminista en 1922; que la maternidad debe ser feminista; que se debe eliminar a la sobrecarga de cuidados para las mujeres.
Lo cierto es que, la fuerza y la fortaleza de las madres sobrepasan barreras, retos y limitaciones cuando se trata de sacar adelante a sus hijas e hijos, estén solas o en compañía, siempre entregan, hasta la vida, por sus familias, porque así lo sienten y porque así, a todas, nos han formado. Pero el desbalance se da cuando se les endilga toda la sobrecarga de deberes.
Ahora que, pareciera que el consenso es que, las madres son “seres superdotadas” que todo lo soportan, que todo resuelven, que todo superan. Madres multi labores, con un cerebro deslumbrante y capaz de organizar y procesar datos y deberes en segundos y, como si esto fuera poco, queda claro para muchos sectores que, la apuesta de la supervivencia y progreso de la humanidad, siempre ha estado sostenida por esta admirable firmeza inquebrantable de las madres de familia, pero esta concepción debe cambiar.
Creo que no debemos confundirnos, ni extraviarnos en los estereotipos sexistas que, a las mujeres, nos impone una cultura patriarcal desigual, vertical, excluyente, injusta y a conveniencia que, por un lado, enaltece a las madres de familia, como los pilares que cimientan el núcleo fundamental de la sociedad y por el otro, las abusa, las agrede, las invisibiliza y las explota.
Si nuestras ancestras, si nuestras abuelas sobrevivieron las disparidades y las discriminaciones y vencieron obstáculos para proteger y crecer a sus familias, en un entorno profundamente inequitativo y sin derechos y, lo lograron, hoy las madres de familia que han diversificado sus tareas entre el trabajo, el hogar, las y los hijos, los cuidados que todavía se les asignan como exclusivos a las mujeres, siguen padeciendo mismas limitaciones y prejuicios que aquellas grandes mujeres de antaño.
El acceso al mundo laboral, competitivo y aun sexista, misógino y machista para las mujeres y más, para las madres de familia, las ha convertido en agentes productivas y competitivas que reclaman mismos derechos y paridades, acorde al avance en la legislación y en la consagración de sus Derechos Humanos, a nivel constitucional.
Pero transformar las leyes, en realidades; principios y ejes rectores de planes, presupuestos y programas institucionales, en beneficios materiales, en respeto y conductas igualitarias, sigue siendo el gran desafío de nuestros tiempos y para las Diputadas y los Diputados de la segunda Legislatura paritaria en Veracruz, debe ser la misión generacional prioritaria en nuestra agenda de trabajo.
Por tanto, legislar con plena Igualdad entre mujeres y hombres, es nuestra responsabilidad histórica, para que las políticas públicas, planes, acciones, recursos públicos sean efectivas herramientas de la justicia, inclusión y paridad a las que las mujeres, las madres de familia, las hijas e hijos, sobre todo, quienes están en situación más vulnerable, tienen derecho.
En nuestros tiempos, el empoderamiento educativo, económico, laboral y en la formación de capacidades de las mujeres es significativo. Pero hoy, aun estando solas o con apoyo y compañía de sus cónyuges o parejas, de sus familiares, llevan a cuestas, la sobrecarga de la responsabilidad de las tareas del hogar y de los cuidados, padecen violencias y discriminaciones; se enfrentan a las resistencias sociales y culturales contra su avance.
Cierto es que, las mujeres por diversas circunstancias, han tenido que asumir obligaciones como jefas de familia, como proveedoras únicas y responsables de los ingresos y de las labores domésticas y, al mismo tiempo, tienen que cubrir aspectos afectivos, emocionales y formadores de hijas e hijos.
Sin embargo y, pese al adelanto y contribución a la economía de las mujeres madres jefas de familia, ellas siguen siendo vulnerables. Situación que se grava en las regiones con mayor población indígena; que impacta contundentemente a las mujeres con discapacidades, adultas mayores, migrantes, de la diversidad sexual, a las recluidas y, por supuesto, que afecta enormemente a las niñas, a los niños y adolescentes.
Veamos las cifras: Acorde al CONEVAL, las madres jefas de familia o jefas de hogar, hoy se encuentran en condiciones de privación. Persisten las desventajas contra las mujeres y sus hogares, porque todavía existe una participación limitada en el mercado laboral, con empleos precarios, con ínfimos ingresos y buscando opciones en la economía informal que poco resuelven su situación y que las hunden más en la pobreza y en las desigualdades sociales, culturales y económicas que, en la realidad de sus vidas, las siguen lacerando.
En Veracruz, de los 2 millones 390 mil 726 hogares recientemente censados, en el 34% de éstos, las mujeres son jefas de familia. A nivel nacional, Veracruz es el tercer estado con mayor proporción de hogares dirigidos por mujeres. En otras palabras, de cada 100 hogares censales, 66 son dirigidos por un hombre y 34 por una mujer.
Esta realidad, reclama de los gobiernos, estatal y municipales y de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, apoyar a las madres jefas de familia que solas, sin respaldo, sin recursos suficientes, están luchando por la alimentación, la educación, la salud y el pleno desenvolvimiento de sus hijas e hijos. Respaldarlas efectivamente, porque así lo mandatan nuestras leyes, como la Ley estatal para la Igualdad entre Mujeres y Hombres que, en el artículo 2, establece: “el logro de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres deberá hacerse a través de la ejecución de políticas públicas que contengan acciones afirmativas a favor de las mujeres”.
Una de estas acciones es precisamente dar apoyo a mujeres que son madres, que están solas, divorciadas, viudas, casadas o separadas en trámite de disolución de su vínculo matrimonial y que no tienen ingresos fijos mensuales, ni superiores a los treinta salarios mínimos vigentes; que están probadamente, a la caza desesperada de un empleo, porque la pandemia se los quitó por ejemplo y que, en resumen, no tienen certezas económicas del futuro para sus familias.
A estas mujeres madres de familia, admirables, fuertes, valientes; columnas de sus familias; arquitectas de la sociedad; garantes de la supervivencia de la humanidad, las solas y proveedoras únicas, angustiadas por el día a día, los gobiernos no deben jamás abandonarlas, ni ignorarlas; menos exprimirlas por aquella, su legendaria fuerza y resistencia para salir avante, sin la mano de nadie.
Estas madres jefas de familia no deben ser las heroínas de su propia historia, ardua y sinuosa en la soledad y en la desprotección institucional, con sus hijas e hijos que necesitan lo básico y vital, para ser ciudadanas y ciudadanos líderes de Veracruz, que les requiere urgentemente, para crecer y reponerse de todas las crisis que hoy padecemos.
El Gobierno estatal, los municipales y los Poderes públicos tienen el deber de apoyar, proteger e impulsar el desarrollo personal y productivo de las madres jefas de familia que hoy, tienen que asumir la responsabilidad total y única, de sus hijas e hijos menores de edad.
Por todas estas razones, hace unos días presenté una iniciativa de “Ley de apoyo a madres jefas de familia para Veracruz”, que se propone mejorar la situación social de las mujeres jefas de familia y de sus hijas e hijos, a través del otorgamiento de un apoyo económico bimestral, implementado por el DIF estatal, con la participación de otras dependencias de la administración pública estatal y de las autoridades municipales.
Esta iniciativa de Ley busca hacer valer el artículo 1 Constitucional y responder ante la grave situación económica de miles de madres jefas de familia en situación de vulnerabilidad que, de un día a otro, confrontan una cascada de deberes, pagos, necesidades y que no tienen con qué ampararse ni proveer a las y los suyos.
Estoy convencida que la aprobación y creación de esta Ley es una inversión inteligente en el presente, para el futuro. Un gran espaldarazo a las madres jefas de familia de Veracruz que, cimientan hogares, que forjan a los hombres y mujeres que seguirán construyendo y aportando a sus comunidades y a la entidad.
Es una apuesta de ganar-ganar porque con este apoyo bimestral, estaremos abonando al desarrollo sostenible, al bienestar y a la vida con dignidad humana de las familias monoparentales de Veracruz, donde una madre sola y sus hijas e hijos, tiene derecho a ser respaldada por el Estado, por las leyes y por los principios y derechos fundamentales que hoy, ya las protegen.
Apoyar a las madres jefas de familia es también fortalecer a nuestra sociedad como una más igualitaria, justa e incluyente y, más allá, es ratificarles a ellas, nuestro compromiso en los hechos de que, frente a los desafíos y desesperanzas que enfrentan, no están solas.
Si una escritora alguna vez señaló que, “La fuerza de una madre es más grande que las leyes de la naturaleza”, la fuerza y obligación de apoyo del Estado, es aún mayor.
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