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Mucha tinta se ha gastado ya sobre la señora Yasmín Esquivel, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, desde que se difundieron datos que indicaban que en su tesis que presentó para obtener el título de Licenciada en Derecho, existían demasiadas coincidencias con otra tesis presentada por otro alumno con anterioridad por lo que podría tratarse de un plagio.
La reacción de la opinión pública fue la exigencia de la renuncia de la Ministra, al ser esta integrante de un órgano que exige de suficientes conocimientos y trayectoria profesional, pero también de una serie de cualidades y de valores personales que garanticen el correcto desempeño de ese máximo órgano, al tratarse de uno de los tres poderes públicos, responsable de la correcta administración y aplicación de la justicia en el país, ya que la SCJN resuelve en última instancia todo tipo de controversias de orden civil o criminal que se susciten sobre el cumplimiento de las leyes federales o de tratados internacionales, de ese calibre es la importancia de la Suprema Corte de Justicia. En su competencia está también la vigilancia de las garantías y las controversias constitucionales. En suma, en los integrantes de la Corte está la resolución final de las impugnaciones y la correcta aplicación de la justicia como última instancia para obtener justicia, por lo que la estructura moral de quienes la integran debe tener la mejor calificación en todos los órdenes.
Es muy probable que la señora cumpla con requisitos de conocimientos y de trayectoria, no lo sé, pero su calidad moral quedó en entredicho ante el desastroso manejo de la crisis derivada del supuesto plagio, lo que nos dejó ver de qué está hecha la señora y que no habrá poder humano ni escrúpulo alguno que la lleve a una renuncia digna y oportuna de su cargo; las contradicciones propias, las supuestas pruebas en su defensa y hasta la aparición del propio plagiado contradiciéndose, en nada favorecieron a la Ministra, todo eso sin sumarle la aparición de otro supuesto plagio, ahora en su tesis doctoral.
Lo que venga ahora, después de que prácticamente se auto obsequió un amparo definitivo en contra de lo que pudiera hacer al respecto la propia UNAM y su Comité de ética, nada cambiará en la desgastada imagen de la Ministra ni en la mala percepción generalizada que se tiene de su integridad moral porque ella misma la destruyó.
Creo adecuado presentar aquí dos renuncias dignas, de varias que conocí de manera directa, que merecen el calificativo de Renuncias Dignas. En ambos casos el protagonista es mi recordado maestro y amigo el maestro Pericles Namorado Urrutia, quien presentó, en dos ocasiones distintas, muy dignamente, su renuncia al cargo de Procurador General de Justicia del Estado. La primera de ellas ante el Gobernador Agustín Acosta Lagunes, a principios de los 80's. El Gobernador había ordenado la detención y proceso de un reconocido personaje del bajo mundo que presumía de influencia y de poder. El Maestro advirtió de los efectos que esta acción tendría para la gobernabilidad y que, de realizarse, era necesario concluir con firmeza cualquier acción para no exponer ni a las corporaciones, ni al gobierno ni a las instituciones. El Ejecutivo estatal estuvo de acuerdo; pero una vez operada la primera parte, ordenó dar marcha atrás. El Procurador se presentó al despacho del gobernador con su renuncia en mano. Acosta Lagunes no la aceptó y le sugirió tomarse unas vacaciones y serenarse; pero el maestro le dijo que, si no le indicaba a quien entregar la oficina, acudiría a una fe notarial, porque su decisión estaba tomada de manera irrevocable.
La segunda vez que renunció, fue con el Gobernador Miguel Alemán Velasco, a escasos días de haber tomado posesión como Procurador General de Justicia del Estado. Los medios de comunicación y opiniones de personajes de la política opinaban que en su nombramiento no se cumplían los requisitos, ya que en la Constitución del Estado decía que para ser Procurador se debía cumplir con los mismos que para ser Magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado. Los requisitos se habían cumplido, solo que la propia Constitución señalaba más adelante, como impedimento para ser Magistrado, el haber ocupado el cargo de Diputado Local o Federal durante el año previo al día de su nombramiento. El maestro recién había dejado el cargo de Diputado Local y Líder del Congreso del Estado.
El Procurador se presentó ante el Gobernador y le entregó una tarjeta con el análisis jurídico del caso controvertido y le dijo: “ Como ve usted, Señor Gobernador, no existe impedimento jurídico para que yo desempeñe el cargo que usted me confirió tan generosamente. No es lo mismo requisitos que impedimentos, ni aplica esto último para ambos casos, de acuerdo a la redacción de la norma. Sin embargo, no soy yo quien va a ser motivo para que sea cuestionado ni su gobierno ni su persona. Aquí le entrego mi renuncia al cargo conferido, con el mayor de mis reconocimientos y mi gratitud permanente, Muchísimas gracias”.
Miguel Alemán vio el documento y le dijo: “Maestro, no sabe cómo le aprecio este gesto que fortalece mi admiración por usted. Le ruego que no se vaya, quédese conmigo como asesor especial, con todo lo que ello significa. Ordenaré, si usted me hace el honor de acompañarme, que le preparen una oficina aquí mismo en Palacio de Gobierno; por favor, acepte usted”.
El Maestro se quedó. Yo le vaticiné que en un año exacto sería Procurador por tercera ocasión. Al cumplirse un año de esa digna renuncia, fue designado nuevamente como Procurador General de Justicia del Estado. Renuncias dignas, muy diferente a lo que ocurre en la actualidad porque no son iguales. Esa es la cuestión.
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