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Los dos exrectores y la exrectora de la Universidad Veracruzana autónoma se han manifestado a favor de la coalición PRI-PAN-PRD. Esa posición política es motivada por tres afrentas que a diario reiteran los gobiernos estatal y federal: ataques a los organismos autónomos, fundamentales en una democracia; desprecio por la calidad en los servicios, particularmente en la educación (véase las universidades Benito Juárez), y el desdén al conocimiento prefiriendo tomar e imponer decisiones según el gusto del líder supremo.
El rectorado de Víctor Arredondo (de 1997 a 2004) significó una refundación de la UV. Convivió con los gobernadores Patricio Chirinos y Miguel Alemán. El primero había impulsado la autonomía, quizás forzado por instancias federales, pero fue respetuoso del proceso. Alemán recurrió a la UV cuando la necesitó para dirimir asuntos difíciles, como la controversia por las tarifas eléctricas entre la Comisión Federal de Electricidad y los ayuntamientos del sur del estado, a sabiendas de que la autonomía le daba credibilidad a la UV como mediadora.
A Raúl Arias (2004-2013) le tocó lidiar con un gobernador intervencionista, Fidel Herrera, que pedía plazas para sus protegidos y puestos para sus incondicionales; pretendía entregar presupuesto a cambio de recuperarlo duplicado para sus fines políticos. Con sagacidad, Arias supo capotear la gran mayoría de esos embates. Los dos años de convivio con la frivolidad y voracidad de Duarte debieron ser una pesadilla, pero los libró.
Más allá de algunos errores y tropiezos, en Arredondo y Arias prevaleció el interés por la calidad educativa, la autonomía y la estabilidad universitarias. Lo mismo se puede decir de la exrectora, de quien se abundará dada su condición de candidata a senadora postulada por el bloque opositor.
El rectorado de Sara Ladrón de Guevara (2013-2021) enfrentó la exacerbada ambición de Duarte. Respetuosa de la institución gubernamental, Sara fue cortés con Duarte mientras pudo. Pero el adeudo del gobierno estatal para con la UV iba creciendo y llegó un momento en que fue insoportable, para la comunidad, primero, que llamó a una marcha, y después la rectora llamó a una segunda y a una tercera. Enfrentó amenazas para su hijo adolescente, críticas por su formalidad, en algunos casos, y por su arrojo, en otros. Al final ganó la batalla y quedó asentada en la Constitución de Veracruz la obligación gubernamental de asignarle a la UV el cuatro por ciento del presupuesto estatal, derecho cuya defensa ha rehuido la actual administración universitaria.
¿Cometió errores? Varios en la gestión cotidiana, y uno quizás mayor al promover una nueva Ley Orgánica que no era mejor que la anterior. Pero abandonó el proyecto a tiempo, y salió de la Rectoría con la cara en alto y las manos limpias.
Ahora Sara quiere ser senadora, para defender la autonomía de los organismos autónomos, la calidad en la educación superior y los presupuestos para las universidades públicas. Sería una voz de la sociedad civil, pues no ha militado ni milita en partido alguno y en consecuencia en el Senado ejercerá el voto libre de ataduras partidistas. Tiene experiencia política pues lidió ocho años con una comunidad diversa y enorme, como la universitaria, y la representó ante organismos externos y poderes legítimos diversos. Conoce a Veracruz no sólo en su superficie, sino también en su subsuelo que como arqueóloga ha excavado para desenterrar vestigios de nuestras culturas prehispánicas.
Por todo eso, Sara será.
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