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¿Muerto el Rey, Viva la Reina?
Esta clásica referencia a la sucesión del poder político dentro de la monarquía francesa del siglo XV, que era vitalicia, no aplica en México. No solo porque aquí no somos monarquía, sino que en la actual circunstancia de sucesión presidencial, el que se va está más vivo que antes y ella que entra igual. Ambos están en la plenitud del poder.
El Presidente López Obrador, fiel a su estilo unipersonal de ejercerlo, fue perfilando a la Presidenta electa Claudia Sheinbaum desde que ella formó parte de su equipo cercano en la Jefatura del Gobierno en la Ciudad de México.
Como secretaria del Medio Ambiente, además de entrarle al tema verde, operó entre otras cosas, la construcción de los segundos pisos, emblemas de López Obrador. Y ya como Jefa de Gobierno, resguardó la imagen del Presidente y en todo momento le cedió su lugar.
Ella leyó bien los tiempos.
Pero ahora que va a llegar a la silla presidencial y con la retirada de la vida pública de AMLO, Claudia tiene la oportunidad de ejercer todo el poder que le concedieron los casi 36 millones de votos. Y aún más, con un Congreso a modo y con una próxima reforma absoluta del Poder Judicial a su favor, el escenario político que la recibirá es, por mucho, mejor que el de su antecesor.
Hoy no hay una oposición real, combativa, con futuro. Lo que hay son billones de dólares que quieren dejar Asia y venirse para fabricar en América, aquí en nuestro México y estar lo más cerca posible de Estados Unidos pero sin pagar los altos salarios de allá. Además, la mayoría de los Gobernadores están alineados y listos para lo que ella necesite y sobre todo, las fuerzas armadas mexicanas también están prestas para recibir las órdenes de su Comandante Suprema.
Nunca antes en la historia reciente de México se han tenido todos estos elementos a favor de la Presidenta entrante.
Sin embargo, hay un factor que hizo mucho ruido y que irrumpió detrás del telón dejando su escalofriante mensaje: Cuidado con la traición como condición humana, donde la ambición está por encima de la convicción.
Porque quedó claro que en la política el fin sí justifica los medios y se vale perdonar al enemigo, no solo para rendirlo y hacerle jurar lealtad, sino para obtener su voto que les otorgó el inmenso poder legislativo que ejercerán a partir del próximo primero de octubre.
¿O usted qué opina?
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