27 de Diciembre de 2024
Entorno Político | OPINIÓN
Jueves 26 de Diciembre de 2024 | 10:33 a.m.
Sergio González Levet
Sergio González Levet
Sin tacto
La Navidad, Eliot y Mistral

Puede usted buscar en su corazón o en el alma -espíritu que tal vez existe- y hallará palabras sonantes o fugaces ideas que le traerán la emoción -si es cristiano o similar- de sentir a Dios en el pecho y querer donar su amor al mundo.

O tal vez buscará sin encontrar, y no es porque no tenga nada ahí, sino porque no aprendió o no le enseñaron a mirar hacia dentro.

Pero seguro hallará -oh, sí, se lo aseguro- en el fondo de lo que han escrito los poetas lo que busca para que se sienta agraciado por la belleza y la verdad.

Hoy en tiempo de navidades recurro a dos grandes, enormes voces, la de la chilena Gabriela Mistral y la del gringo T. S. Elliot.

Ahí está todo lo que busca -quizás-.

T.S. Elliot

Hay muchas actitudes hacia la Navidad,

algunas de las cuales podemos desechar:

la social, la torpe, la abiertamente comercial,

la juerguista (los bares abiertos hasta medianoche)

y la pueril — que no es la del niño

para quien la vela es una estrella y el ángel dorado

que despliega sus alas en la cima del árbol

es no un simple adorno, sino un ángel.


El niño se embelesa ante el Árbol de Navidad:

dejadle conservar ese espíritu de admiración

ante la Fiesta en cuanto evento no aceptado como pretexto;

de modo que el arrebato centelleante, la maravilla

del primer Árbol de Navidad recordado,

de modo que las sorpresas, el deleite en nuevas posesiones

(cada cual con su peculiar y emocionante olor),

la expectativa del ganso o del pavo

y el esperado sobrecogimiento ante su aparición,


de modo que la reverencia y la alegría

no lleguen a olvidarse en la experiencia posterior,

en el aburrido acostumbramiento, la fatiga, el tedio,

la certeza de la muerte, la conciencia del fracaso,

o en la piedad del converso,

que puede estar teñida de arrogancia

desagradable a Dios e irrespetuosa hacia los niños

(y aquí recuerdo también con gratitud

a santa Lucía, su canción y su corona de fuego):


de modo que antes del fin, la octogésima Navidad

(entendiendo por “octogésima” la última),

los recuerdos acumulados de la emoción anual

puedan concentrarse en un gran gozo

que será también un gran temor, como en la ocasión

en que el temor desciende a cada alma:

porque el principio nos rememorará el final

y la primera venida, la segunda venida.


Gabriela Mistral

Vamos a buscar

dónde nació el Niño:

nació en todo el mundo,

ciudades, caminos…


Tal vez caminando

lo hallemos dormido

en la era más alta

debajo del trigo…


O está en estas horas

llorando caidito

en la mancha espesa

de un montón de lirios.


A Belén nos vamos.

Jesús no ha querido

estar derramado

por campo y caminos.


Su madre es María,

pero ha consentido

que esta noche todos

le mezan al Niño.


Lo tiene Lucía,

lo mece Francisco

y mama en el pecho

de Juana, suavísimo.


Vamos a buscarlo

por estos caminos.

¡Todos en pastores

somos convertidos!


Gritando la nueva

los cerros subimos

¡y vivo parece

de gente el camino!


Jesús ha llegado

y todos dormimos

esta noche sobre

su pecho ceñidos.

sglevet@gmail.com

*** Las ideas y opiniones aquí expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Entorno Político.

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