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Recuerdo que de niño me emocionaba cantar el Himno Nacional, el sentimiento era intenso y se forjaba en una idea de pertenencia a algo más grande que mi familia misma, algo que apenas podía comprender y dimensionar.
Debo confesar que ahora, cuando lo escucho en eventos deportivos me emociono mucho, me gusta que la idea de victoria y de un México ganador se entrelace con nuestro Himno Nacional. Ver cuando ganan nuestros grandes boxeadores, ver nuestra bandera y escuchar el Himno en la Fórmula 1 o en los Juegos Olímpicos me parece de los más bello y me llena de gran orgullo de ser mexicano..
Relacionar lo bello, la victoria, el México que todo lo puede, el México de jóvenes entregados y apasionados es algo que nos debe emocionar profundamente. El México de sus pintores, poetas, artistas, científicos y hombres y mujeres que se rompen la madre todos los días siempre al “Grito de Guerra”.
Pero una cosa es cantarlo con el entusiasmo de estar dispuestos a que si un extraño enemigo osara profanar con su planta su suelo ser el soldado que el cielo le dio a la Patria querida y otra es ser convocados por asuntos políticos a jurar exhalar nuestro último aliento al ser convocados a lidiar con valor quien sabe contra quién.
Así que vamos bajando dos o tres rayitas al entusiasmo patriotero, no nos confundamos, estar dispuestos al Grito de Guerra defender del enemigo que ose profanar con su planta su suelo y dar guerra sin tregua al que intente manchar nuestros blasones debe ser para el enemigo que tiene los patrios pendones empapados de sangre.
No podemos estar dispuestos a dar abrazos a nuestro enemigo, ese que nos hace la guerra en el monte, en el valle, con horrísonos truenos. Lo siento, cantar el Himno Nacional debe ser con la clara conciencia de saber quién es nuestro verdadero enemigo. No andar cantando a lo menso.
Porque hasta el día de hoy, los carteles del narcotráfico son los que se llevan las guirnaldas de oliva y los laureles de victoria. Para miles o cientos de miles de mexicanos solo hay un sepulcro, no de honor, apenas una dolorosísima fosa clandestina.
Así que cuidado cuando nos pidan cantar el Himno Nacional, debemos tener bien claro quienes se llevan las guirnaldas y quienes nos quedamos con los sepulcros.
Mejor exigir al grito de guerra la paz que como eterno destino tenemos todos los mexicanos y durante muchos años no hemos tenido. Los malos tienen los abrazos y nosotros nos llevamos los balazos.
¡Qué rugan los cañones y retiemble en sus centros la tierra!
jorgeflores1mx@hotmail.com
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