14 de Marzo de 2025
Entorno Político | OPINIÓN
Viernes 14 de Marzo de 2025 | 10:34 a.m.
Sergio González Levet
Sergio González Levet
Sin tacto
50 años de periodismo

La felicitación para mi amigo Renato Alarcón 

Guevara, que también cumplió sus 50 años

El 13 de marzo de 1975 un periódico publicó por primera vez un texto escrito por mí. Cuando vi mi nombre en letras de imprenta, comprendí que ése iba a ser el imán que atraería mis pensamientos, mis sueños y mis deseos.

Durante medio siglo he tratado de ser fiel al oficio de reportero, a la ética que exige esta profesión solo propia para ciertos esforzados, y para quienes tienen alguna proporción de demencia que les permite ser funcionales, y para quienes están dispuestos a sacrificar las horas felices con tal de conseguir una nota exclusiva. También es única su capacidad de sobrevivir al elogio y no dejarse seducir por la vanidad.

Cinco décadas después recuerdo aquel primer texto que tenía el ingenuo título de “Juan José Arreola, un ingenio mexicano” y en el que trataba de contagiar mi admiración y mi entusiasmo por quien fue, sin él saberlo, el modelo de creador que siempre he querido ser. Me lo publicó en el Diario de Xalapa su subdirector, Froylán Flores Cancela, mi maestro de periodismo y un cómplice con el que me hermanaba el cariño por el doctor Camilo González, su padrino y mi padre.

Debo reconocer a dos grandes maestros más: el escritor uruguayo Jorge Ruffinelli y el lingüista boliviano Renato Prada Oropeza, amigos y mentores que se esforzaron por hacer de mí algo mejor.

No es una decisión que tomé alguna vez y la cumplí para siempre, tampoco creo que sea un rasgo de mi carácter, pero tengo que confesar que como escritor y periodista he sido muy desprendido de lo que he publicado. Por esa razón no conservo en algún archivo personal y en ninguna parte recortes de periódicos o de revistas en las que he participado, y de los libros que he escrito apenas tengo por ahí algún ejemplar perdido, aunque sé que están cuando menos en las bibliotecas personales de muchos amigos y lectores.

Por eso, de aquel texto fundacional solamente tengo el recuerdo, y me acuerdo que era, obvio, bastante ingenuo, escrito con sintaxis y ortografía pero falto lastimosamente de prosodia. Considero un gran triunfo íntimo que ahora escribo cuando menos un poco mejor, según lo que me dicen mis lectores desconocidos, ésos ¿despistados? que me encuentran en la calle y me felicitan por algún escrito o por alguna ocurrencia.

He tratado de ajustarme a los cánones de la buena escritura y he tenido la fortuna inmensa de haber compuesto algunos hallazgos literarios. Tampoco la gran cosa, sino solamente una buena frase por ahí, dos o tres párrafos que se acercan a la perfección.

He sido un acucioso artesano de la prosa, lo sé, pero nunca se me dio escribir como los poetas. Cuando mucho, como decía el maestro Arreola, llegué a pergeñar algo de poesía prosaica.

Y aquí estoy con ustedes, mis queridos lectores, origen de mis desazones y fruto de mis alegrías. 50 años después he logrado mantener el entusiasmo del aficionado y así lo hago día a día, con la esperanza de que alguien abra el periódico o entre a la página digital, me lea y diga:

—Mira, este canijo no lo hace tan mal.

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