La Editorial de la Universidad Veracruzana y la Editorial Grano de Sal publicaron en noviembre de 2024 una obra que el calificativo “fascinante” le queda corto, dado el trabajo literario que realizó el científico mexicano Francisco González Crussí para mostrar a los que no sabemos nada de medicina lo maravilloso del funcionamiento del cuerpo humano desde diversos puntos de vista en el transcurso de la historia de los hombres, el arte y la cultura.

El prólogo de este título lo escribió John Banville, un intelectual irlandés ampliamente reconocido, incluso fue condecorado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2014; en esta introducción destaca: “Francisco González Crussí es un defensor del cuerpo en todas sus manifestaciones, tanto prosaicas como misteriosas. Ha dedicado su vida adulta a estudiarlo como patólogo y como académico, pero también, ya avanzada su carrera, como escritor. Además es un anticuario y un lector omnívoro. Como prueba de su erudición, basta con echar un vistazo a las notas y las fuentes consultadas en este libro”.

Siendo que el objeto analizado es el cuerpo, el especialista en patología pediátrica se dio a la tarea de convertir sus pensamientos e ideas en ensayos con el amparo de la ciencia, con la complicidad de la mitología y la religión, y la delicadeza del arte nos muestra la relevancia de órganos como el útero y el estómago, las supuestas bondades curativas de la saliva y de otras secreciones y excreciones, la belleza del cabello como indicador de salud y fuerza, y el simbolismo que recibió en distintas culturas, por ejemplo en China, los Han al ser sometidos por la dinastía Qing, acuñaron la frase: “Pierde tu cabello y conserva tu cabeza, o conserva tu cabello y pierde la cabeza”.

Citas históricas atractivas como la anterior hacen de este libro un pozo inagotable de conocimiento, donde cada uno podrá nadar de acuerdo con su personalidad, eso sí, tengo la certeza de que nadie se sentirá defraudado con el contenido de sus 222 páginas.

La locura, la sexualidad, la enfermedad, la decadencia y la muerte entre otros temas inherentes a la condición humana también son abordados con soltura, por el hombre que nos enseña que el científico debe divulgar su conocimiento de manera accesible, porque transmitir el saber a las personas es una correspondencia cuasi obligada en México y en todos aquellos países donde la educación la imparte el Estado.

Así que, si ustedes gustan de los mitos, como el de las sirenas, o leyendas que tienen que ver con hombres-peces lean el apartado “5. Nuestro pasado acuático: el cuerpo fantástico sueña con regresar a su cuna acuosa”, en la página 137.

Los pies tampoco quedaron fuera de la atención del científico. En la parte seis, dedicada al dolor y al placer, González Crussí detalla por qué hay que prestar más atención a esas dos partes del cuerpo que nos llevan y traen recordándonos nuestra unión con la tierra: “Superiores en estatura simbólica, pero inferiores de acuerdo a (sic) nuestro reconocimiento intelectual, los pies tienen una manera de recordarnos su importancia concreta y práctica: se llama enfermedad”. La conclusión es que “la gota” no es más que el sufrimiento que pagan todos aquellos que se exceden en los placeres de la carne, el sexo y el vino, pero que gracias a la ciencia, en nuestra época ya hay tratamientos que la curan.

La crítica última es para el machismo mexicano y las formas utilizadas para demostrar tanto la virilidad como el nacionalismo. Es una anécdota personal que aparece en “Sobre las virtudes de comer fuego”: González Crussí siendo un niño, durante la comida soportó sin llorar el calor provocado por llevar a la boca la cuchara de la salsa picante: “Si mi padre hubiera visto mi comportamiento, seguramente lo habría aprobado. Porque los hombres no lloran”.