En una reunión donde estuvieron algunos personajes del gabinete y altos mandos morenistas, celebrada a unas cuadras de Palacio Nacional, se mencionó que, después de todo lo ocurrido con el gobierno trumpista (y de lo bien que estaba saliendo “parado” México al momento), Marcelo Ebrard podría pelear seriamente la sucesión hacia el 2030.
Y es que uno de tres factores determinantes para esa candidatura morenista será la buena relación con los republicanos, pues a como van las cosas en el vecino país del norte, se prevé repitan al frente del gobierno estadunidense al menos un periodo más, tal como se veía venir dos años antes de que finalizara López Obrador.
De esta manera, aunque los méritos en cuanto a las negociaciones con Estados Unidos son de Sheinbaum (por respaldar y sumar a las propuestas de Ebrard y De la Fuente), “los positivos” se van también hacia las aspiraciones del excanciller por aparecer en la boleta bajo las siglas morenistas.
En este cónclave de amigos reunidos cerca de Palacio Nacional, se recordó el acuerdo que la presidenta alcanzó con Ebrard para que cuando se vengan los tiempos, el secretario de economía obtenga la candidatura siempre y cuando no surja alguna figura que “al final se la arrebate”.
Y precisamente para buscar evadir la “predecible sorpresa”, Ebrard y su gente no sólo han ejecutado las negociaciones con la Casa Blanca, sino que a la par “trabajan” relaciones y guiños positivos hacia el tiempo de las candidaturas, pues si bien saben que todo se definirá por otras rutas, podría abonar de manera interesante.
Nada de esto se ha hecho (o trabajado) sin el conocimiento de la presidenta, quien decidió aceptar que Ebrard ocupe la plataforma negociadora con Trump (y todo lo que de ella derive en México), para aumentar sus “positivos” entre la gente y los grupos morenistas.
¿Le alcanzará a Marcelo Ebrard para ir contra su propia historia en los asuntos de la gran sucesión?
Veremos qué ocurre, y si de verdad ocurre.
X: @aaguirre_g
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