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Nueva York y Washington/ A pocos días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la contienda entre el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris se intensifica con acusaciones de engaños, corrupción e incluso de odio al país. En esta recta final, ambos candidatos buscan movilizar a sus bases en un país con históricamente baja participación electoral.
Ambas campañas consideran esta elección como una de las más importantes en la historia moderna. Harris insiste en que su candidatura es esencial para salvar la democracia de un segundo mandato de Trump, mientras que Trump sostiene que él es el único capaz de “salvar al país”. En el último proceso electoral de 2020, la participación alcanzó el 66%, la más alta desde 1900, aunque un tercio del electorado decidió abstenerse, una señal de desconfianza en el sistema.
Con un empate técnico en las encuestas nacionales y en los estados clave, ambos equipos de campaña intensifican sus esfuerzos para movilizar a sus votantes. Miles de voluntarios, desde sindicalistas demócratas hasta grupos religiosos pro-republicanos, se han sumado a la labor de tocar puertas, hacer llamadas telefónicas y promover mensajes en redes sociales. Los temas en juego van desde el derecho a portar armas, el control de la inmigración, hasta el futuro del planeta.
En esta fase final, Harris y Trump recorren los estados clave como Pensilvania, Nevada y Georgia. En lugares como Michigan y Wisconsin, los candidatos realizan múltiples eventos, mientras que estados como California y Texas quedan fuera de sus agendas debido a su marcada tendencia política.
El sistema del Colegio Electoral, en el que el presidente es elegido por delegados estatales y no por voto directo, define las estrategias de ambos candidatos. En cada estado, el ganador obtiene todos los votos electorales, y el primero en alcanzar 270 votos en el Colegio Electoral se convierte en presidente, independientemente del resultado en el voto popular.
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Kamala Harris, en sus recientes discursos en Wisconsin, ha subrayado su compromiso con la democracia. “Creo en nuestra democracia y deseo ser presidenta para todos los estadounidenses,” declaró, mientras reprobó la retórica de Trump hacia sus opositores. En respuesta a las críticas de su postura sobre Israel, reafirmó su compromiso con una solución de dos estados en el conflicto en Gaza.
Trump, por su parte, visitó Dearborn, Michigan, una comunidad árabe-estadounidense, a pesar de su historial de políticas restrictivas hacia países musulmanes. Insistió en que la administración Harris-Biden es la “más corrupta en la historia”, y advirtió que “la mayor amenaza para Estados Unidos es la izquierda radical y los migrantes”.
Además, en un giro sorpresivo, Robert Francis Kennedy Jr., quien antes fue un ícono demócrata, ha respaldado a Trump en esta contienda, participando en eventos de campaña en estados clave.
Ambos candidatos han lanzado mensajes apocalípticos sobre el destino de la democracia estadounidense si su oponente gana. Mientras Trump afirma que “si perdemos esta elección, podría ser la última”, Harris enfatiza su dedicación a escuchar a todos los sectores del país. Con el clima de tensión y desconfianza en el sistema, esta elección deja en duda si logrará inspirar una mayor participación o si, como en años anteriores, un gran número de ciudadanos optará por no acudir a las urnas.
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