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Ciudad del Vaticano/ El Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, falleció a los 88 años. Fue el 266º Papa de la Iglesia Católica, y pasará a la historia como el primer pontífice de origen latinoamericano y el primer jesuita en asumir el liderazgo de la Santa Sede.
Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, Francisco fue elegido Papa el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI. Su elección marcó un momento histórico para la Iglesia Católica, no solo por sus orígenes latinoamericanos, sino también por su carisma, sencillez y enfoque pastoral centrado en los más desfavorecidos.
Una vida de servicio
Antes de ingresar al seminario, Bergoglio trabajó como técnico químico. En 1958 se unió a la Compañía de Jesús y fue ordenado sacerdote en 1969. Se desempeñó como profesor y rector en instituciones jesuitas de Argentina y tuvo una destacada trayectoria dentro de la Iglesia: fue Provincial de los Jesuitas (1973-1979), obispo auxiliar de Buenos Aires (1992), arzobispo de la misma ciudad (1998) y cardenal desde 2001, nombrado por el Papa Juan Pablo II.
Durante su tiempo como arzobispo, se ganó el respeto y el cariño de muchos por su estilo de vida austero, su cercanía con los pobres y su firme compromiso con la justicia social.
Un papado transformador
Al asumir el papado, eligió el nombre Francisco en honor a San Francisco de Asís, reflejando su deseo de una Iglesia pobre para los pobres. Su pontificado se destacó por una profunda agenda de reformas en la Curia Vaticana, una posición firme contra los abusos sexuales dentro del clero, y un fuerte énfasis en el cuidado del medio ambiente, con la publicación de la encíclica Laudato Si’ en 2015.
Promotor del diálogo interreligioso y la cultura de la paz, el Papa Francisco también abogó por la inclusión de comunidades tradicionalmente marginadas y por una economía más humana y solidaria. Viajó a numerosos países, llevando un mensaje de esperanza, fraternidad y misericordia.
Un legado imborrable
Francisco será recordado como un líder espiritual cercano, valiente y comprometido con los desafíos contemporáneos de la humanidad. Su legado quedará plasmado en sus gestos, palabras y acciones, que marcaron un profundo impacto en creyentes y no creyentes por igual.
Con su partida, el mundo despide a una figura que transformó la imagen del papado en el siglo XXI, acercando la Iglesia a la realidad de los pueblos y al corazón de los más necesitados.
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