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Ciudad del Vaticano/ Tras la muerte del papa Francisco, ocurrida este lunes a los 88 años, la Iglesia católica se encamina hacia un nuevo cónclave con una marcada tensión entre dos grandes corrientes internas: progresistas y conservadores. Con al menos 12 nombres que suenan como posibles sucesores del pontífice argentino, todo apunta a que los cardenales buscarán un perfil moderado que pueda tender puentes entre ambas posturas.
Por primera vez en décadas, el escenario se presenta especialmente complejo. La presión del ala italiana para que el próximo papa provenga nuevamente del país, o al menos regrese a Europa, choca con el peso creciente de las Iglesias de Asia, África y América Latina. Aunque el número de cardenales italianos ha disminuido, 55 de ellos entrarán a la Capilla Sixtina con una influencia significativa.
Uno de los nombres más recurrentes en las quinielas vaticanas es el del cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado, de 70 años. Diplomático experimentado, conocido por sus gestiones con China y América Latina, Parolin es considerado un hombre de consenso, difícil de encasillar en un ala ideológica.
En la línea progresista, el italiano Matteo Maria Zuppi, de 69 años y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, es visto como el más cercano al estilo pastoral de Francisco, enfocado en migrantes y sectores desfavorecidos.
Por el lado internacional, el filipino Luis Antonio Tagle (67), prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, representa la pujanza del catolicismo asiático, con posturas doctrinales conservadoras pero sensibilidad pastoral.
El francés Jean-Marc Aveline (66), arzobispo de Marsella, también destaca por su enfoque en el diálogo interreligioso y los temas migratorios, mientras que el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa (59), aporta una visión internacional desde Medio Oriente.
Entre los candidatos más firmemente alineados con el pensamiento tradicional, figura el húngaro Péter Erdö (72), arzobispo de Budapest, defensor del celibato obligatorio y de la “Europa cristiana”, aunque su cercanía con el gobierno de Viktor Orbán podría jugarle en contra.
También resalta el sueco Anders Arborelius (75), primer cardenal de Suecia, convertido al catolicismo en un país marcadamente protestante, con una línea doctrinal férrea pero con apertura hacia los inmigrantes.
El maltés Mario Grech (68), secretario general del Sínodo de los Obispos, ha sido puente entre voces reformistas y tradicionales durante el proceso sinodal iniciado por Francisco.
Desde Asia, el esrilanqués Malcolm Ranjith (77), con experiencia curial y una postura litúrgica tradicional, podría representar al “Sur Global” católico, al igual que el congoleño Fridolin Ambongo Besungu (65), firme en su crítica a la apertura hacia las uniones homosexuales y convencido de que “África es el futuro de la Iglesia”.
En el continente americano suenan dos figuras: el estadounidense Robert Francis Prevost (69), prefecto del Dicasterio para los Obispos, y el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, de raíces irlandesas y perfil conservador, aunque crítico de las políticas migratorias de Donald Trump.
También se mencionan algunos nombres españoles como Ángel Fernández Artime (64), proprefecto del Dicasterio para la Vida Consagrada, y Cristóbal López Romero (72), arzobispo de Rabat, quien cuenta como africano para efectos de representación eclesial. El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, muy cercano a Francisco, completa la terna hispana.
Con más de 120 cardenales electores, el cónclave que se avecina no solo definirá al sucesor de Francisco, sino también el rumbo doctrinal, pastoral y político de una Iglesia en transición. La búsqueda de un equilibrio entre tradición y apertura, entre Europa y el mundo en desarrollo, marcará el tono de las deliberaciones que comenzarán en los próximos días en la Capilla Sixtina.
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